Todavía me sigue sorprendiendo la importancia de los árboles en la cultura africana, punto de reunión de ancianos, iniciados e incluso todos los miembros de la comunidad. Sombra generosa esta, la del “árbol de la palabra”. Sin prisa la palabra va, viene, se escucha, se recibe, se da, se comparte. Sombra bajo la que se discuten los problemas de la aldea, lo que realmente importa, resolviendo conflictos, celebrando nacimientos, matrimonios, o simples regresos de los miembros exiliados. Este árbol es el corazón de la aldea, donde la palabra teje y reconstruye la vida social. En definitiva, centro de convivencia.
Y es exactamente bajo un árbol donde quiero comenzar mi relato, mientras compartía sombra, banana y conversación con uno de estos ancianos anónimos que pueblan el mercado de Kitgum. Tras un breve saludo -“Copango?”, “Copé”- y una invitación a comer un plátano a medias, que aquí la fruta es cara, este anciano, anónimo por siempre para mi, me invitó a la conversación que, lógicamente ha de fluir bajo un árbol:
-“¿De dónde eres, muchacho?”.
- “De España, en Europa. Un poco lejos de Kitgum, me temo”.
-“¿Lejos? Yo no sé mucho de distancias, sólo se que al Este, muy al Este, está el Oeste”.
En la tradición oral africana, la palabra lo es todo: crea, destruye, fortalece, debilita. Como toda realidad humana, es ambivalente. Hay que saber hablar y saber callar, porque a la persona se la atrapa por la palabra. Desde luego, este anciano me ha atrapado por completo.
Aun así, aquí sigo. Y una vez más me quedé solo en el cole (y por tanto, al cargo) ya que Zach se fue el lunes a Kampala y Teddy estaba en un curso de formación. Llevo toda la semana firmando contratos de los profes y los interpretes, cosa que no habia hecho en mi vida, y ya tengo mi primer despido a mis espaldas. Pero empecemos por el principio:
El viernes, tras una dura semana, Zach me preguntó que si quería acompañarle a un cumpleaños al que estaba invitado -de David, el responsable de Oxfam en Kitgum-. Dado que aqui, despues de las 7 de la tarde hay poco que hacer, accedí a acompañarle. Sabía que sería en un hotel regentado por unos sudafricanos y que iría mas gente de otras organizaciones, pero cuando llegué ahí flipé. Resulta que en vez de un cumpleaños -que lo era- aquello pintaba más como una fiesta de "munus" -blancos-. No se sí alguno ha visto la peli "El último rey de escocia", pero me recordaba demasiado a las extravagantes fiestas que se marca Idi Amin (grande Forest Witaker en este papel). No me gustaba el ambiente, en plan elitista. Parecía como si la gente quisiese competir por ver quien era el "rey de Kitgum". Me explico, era muy divertido ver como se preguntaban cuanto tiempo llevaban trabajando aqui y presumiendo de lo que hacen; cómo si ellos fuesen los importantes. Más importantes que los proyectos en los que trabajaban o incluso que los propios beneficiarios (no se ellos, peor si hay algo que tengo bien presente todos los dias es que yo estoy aquí para, por y con estos chavales). De todas formas, ya se sabe de la tendencia de muchas personas a personificar proyectos, asumir los éxitos como propios y a diluir los fracasos entre el conjunto equipo-contexto. En cualquier caso, no dudo de la labor de estas personas, ya que su trabajo es muy necesario y muy bueno (no olvidar que son profesionales que están aquí voluntariamente).
Por otra parte, el martes fue uno de los peores dias, no sé si atreverme a decir de mi vida. ¿Os acordais de Vincent, el chaval de la silla de ruedas? Bien, resulta que desde el sábado llevaba malo del estomago, los dos chavales -de los mayores- que habíamos acordado para que se hicieran cargo de él (por supuesto, por una pequeña remuneración económica semanal) no cumplían con su labor. El domingo por la noche volví a ver a Vincent desnudo y eso que le dimos parte de nuestra ropa -de Zach y mia-. Empecé a preguntar que si la ropa se estaba secando (como se hace pis y caca encima, puede ocurrir que no cuente con mas mudas). Lo peor de preguntar es que obtienes respuestas. Me enteré de que no sólo le habían robado la ropa, si no que llevaban 4 dias sin lavarle y las últimas dos noches le habían dejado durmiendo en la silla de ruedas en vez de meterlo en la cama.
El lunes, y tras haber pasado una noche fatal pensando en los hechos que habian ocurrido, ví la gota que colmó el vaso. El hombre al que Teddy paga por encargarse de trabajar con Vincent decidió aparecer (Oh, milagro). Y una vez más, en vez de tener paciencia, dado que es un niño con una discapacidad fisica y mental, volvió a desahogarse con una de sus palizas. Afortunadamente lo ví (el hijo de puta se solía esconder para que no le pudiesemos ver). Lo paré y le dije que ni se dignase a volver más por la escuela ni pensase que le ibamos a pagar nada. Se que fue una decisión precipitada -a fin de cuentas yo no soy quien para despedir a nadie, solo soy un voluntario que trabaja aqui- pero me dejé llevar por la rabia y la impotencia. Al momento llamé a Zach para comunicarselo. Me dijo que habia hecho lo correcto, pero que Vincent no podía seguir en la escuela, que no podíamos hacernos cargo de él. Me sugirío que preguntase en el otro centro para niños discapacitados de Kitgum (mucho más adecuado a la problematica de Vincent). Me dijeron que sin problemas, que lo llevasé al dia siguiente.
La noche del lunes fue una de las mas largas que yo recuerde. No pude pegar ojo pensando en que al dia siguiente tendría que despedirme de Vincent. Es increible el ver como en tan solo 20 dias le puedes coger tanto cariño a alguien. ¿Os acordais de las campañas de verano de "No le abandones. Él nunca lo haría"? Pues me sentí igual. Era como si el problema fuese demasiado grande para nosotros y nos limitasemos a escurrir el bulto.
Lo mas duro fue ver como, a la mañana siguiente, Vincent me recibía con una sonrisa de oreja a oreja porque sabía que la ropa que llevaba era para él. Lo malo es que no sabía el por qué se la llevaba.
Lo demás es historia. Pasé los peores 5 kilometros de mi vida empujando la silla de ruedas desde el cole hasta su "nueva casa". No por el esfuerzo físico o el calor...
Es verdad que ahi estará mejor, los niños son mas pequeños, menos hostiles y le dieron una calida bienvenida. El centro está mejor preparado y tendrá a personal cualificado a su disposición. Aquí tanto Obowa -lo más parecido a un amigo, que se pasaba las horas empujando su silla- como Zach y yo le echaremos mucho de menos.
Y al fin hoy han empezado las clases y creo que el Karma ha jugado otra de sus cartas. Tras todo lo ocurrido esta última semana, nos ha devuelto el golpe en forma de un niño de 7 años, sordo, procedente de Padder (cerca de donde Vincent es). ¿Os podeis imaginar su nombre?. ¡Efectivamente!. ¡Vincent!. Una vez más (y llevo toda la mañana riéndome de esto) sólo cabe decir “Palare kakare”.